sábado, 2 de mayo de 2009


Primero pensé que la 'gripe porcina' nos provocaría, a fuerza de sonarnos las narices, un aspecto porcino, de fauces algo enrojecidas.
Al enterarme de su condición pandémica, abandoné tan descabellada hipótesis y me entregué a la lectura de las prevensiones. Decian: mantener ambientes aireados. Eso lo hago permanentemente pues me incomoda respirar un aire usado por otros pulmones...
Luego venía la obligación de lavarse las manos con frecuencia. Tampoco fué la revelación de Poncio, ya que mis manos lucen impecables siempre. Pero agregaba, no besar ni dar la mano a nadie. Mmmm
Diablos.
Los humanos nos besamos poco, es una característica congénita-cultural, y con respecto a dar una mano, en fin, tampoco nos volvemos compulsivos. De modo que imaginé la pregunta, cuando me viste que cruzaba Avenida de Mayo con semáforo en rojo, ¿por qué no me diste una mano y me silvaste?
- oh, porque no debemos darnos la mano con nadie- llega la pronta respuesta.
Fuí al cine y una pareja en el climax de su amor, dice: pues bésame, chavito. Noooo, no podemos besarnos, mi chava, eso decia la tele...
Adelanto las escenas mentales y veo, como en 'El eternauta' la desolación de las calles, la soledad del ser, el miedo a todo contagio, a todo contacto.
Y finalmente, cunas y cunas arrojadas al espacio, flotando vacias, con moños rosas, celestes, cursis, con globos secundando su viaje eterno...
A propósito, por prevensiones primarias, ¿no tendré nietos? ah? ah?
Oh, demonios.

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